Solitario George la Especie más icónica de las Islas Galápagos.
Historia
Le llamaban George y estaba solo, muy solo. Era el último de
su especie, Chelonoidis abingdonii, una de las tortugas gigantes de las
islas Galápagos, en el Pacífico, en la línea del ecuador y a unos 1000
kilómetros al oeste de la costa de Sudamérica. Era el último y por eso se le
conocía como el “Solitario” George. Era la criatura más rara del
mundo, según el criterio de rareza de los zoólogos, ya que era el único ejemplar
de su especie. Vivía en la isla Pinta, la de más al norte del archipiélago y
una de las de menor tamaño, con unos 60 kilómetros cuadrados de superficie. Y
el “Solitario” murió el 24 de junio de 2012, cuando iba al bebedero y, parece
ser, de un paro cardíaco. Encontró el cadáver su cuidador, el guarda forestal
Fausto Llerena. Como las tortugas de las Galápagos viven entre 80 y 130 años,
se supone que George nació entre 1903 y 1919.
Había 14 o 15 especies, según los expertos, de tortugas
gigantes en las Galápagos. Sus ancestros llegaron a las islas hace unos 4
millones de años después de recorrer los 1000 kilómetros de océano que hay
desde las costas de Sudamérica, subcontinente en el que viven especies de
tortugas emparentadas con las de Galápagos. Darwin, en su visita de 1835, nos
cuenta como los habitantes de las islas las reconocían y sabían de donde
procedía cada tortuga solo con ver el caparazón. De todas estas especies, hay 4
o 5 que han desaparecido, entre ellas nuestra Chelonoidis abingdonii, de la isla
Pinta, a la que pertenecía el “Solitario”. Esta especie fue descrita por vez
primera por Albert Günther en 1877. Era un zoólogo británico, de origen alemán,
que trabajó en el Museo Británico y era un gran experto en peces y reptiles.
El “Solitario” George fue encontrado en la isla Pinta el 1
de noviembre de 1971 por el zoólogo húngaro Jozsef Valvalgyi, especialista en
moluscos, que estaba estudiando los caracoles terrestres de los bosques húmedos
de la isla. No se habían visto ejemplares de su especie desde 1906 cuando
expedicionarios de la Academia de Ciencias de California visitaron la isla y
capturaron tres machos. Fueron los últimos ejemplares vistos en 60 años.
Recientemente se ha confirmado que son Chelonoidis abingdonii, como el
“Solitario”, por el análisis de su ADN.
Al año siguiente, en 1972, George fue trasladado a la
Estación Científica Charles Darwin, en la isla Santa Cruz, para intentar su
reproducción. Le encerraron con dos hembras de una especie que se consideraba,
por lo menos en su morfología, muy relacionada; era la Chelonoidis becki,
de la isla Isabela. En 2008 se descubrió que estas hembras habían puesto 16
huevos, pero todos eran infértiles. Un año después, en 2009, se encontraron 5
huevos también infértiles. Incluso hubo una estudiante de investigación suiza,
Sveva Grigioni, que intentó extraer una muestra de semen al “Solitario” y
fracasó.
Por cierto, en estos años de reclusión con las dos hembras,
el “Solitario” George engordó y en la década de los ochenta hubo que ponerlo a
dieta. Consistía, por si a alguien le interesa, en 500 gramos de papaya cinco
veces a la semana, 100 gramos de comida equilibrada con minerales, vitaminas y
demás, una vez por semana, y 50 gramos de grasa tres veces por semana. No tengo
datos de si adelgazó o no. Su modo de vida en libertad consistía en dormir 16
horas al día y, cuando despertaba, alimentarse de hierba, hojas y cactus. Las
tortugas gigantes son el herbívoro de mayor tamaño de las islas Galápagos.Después de su muerte, el cuerpo del “Solitario” fue
congelado y enviado al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York para
ser disecado. El taxidermista George Dante comenzó en 2013 el proceso de
conservación. Además, se tomaron muestras de la piel y se congelaron en
nitrógeno líquido, para generar en el futuro células madre y células
reproductoras y, quizá, hasta clonar a George.
Después de una breve exposición pública en el Museo de Nueva
York en 2014, se esperaba que el cuerpo fuera devuelto a las Galápagos, a la
Estación Charles Darwin, en la isla Santa Cruz, para quedar allí
definitivamente depositado y expuesto al público en un local nuevo llamado
Fausto Llerena, en honor del guarda forestal, ya jubilado, que fue su cuidador
y encontró su cadáver en 2012.Más adelante, en 2013, investigadores de la Universidad de
Yale identificaron en el volcán Wolf, al norte de la isla Isabela, 17
descendientes híbridos de Chelonoidis abingdonii entre una población
analizada de 1667 tortugas. Encontraron 3 machos, 9 hembras y 5 crías con parte
del ADN de Chelonoidis abingdonii.
También se ha encontrado una relación genética muy estrecha
con la especie de la isla Española, Chelonoidis hoodensis, a 300
kilómetros al sur de la isla Pinta, en el otro extremo del archipiélago. Según
el análisis genético, las tortugas viajaron de la Española a la Pinta hace unos
300000 años. Como ensayo de reintroducción de la especie en la isla Pinta, se
han soltado 39 ejemplares estériles, descendientes de la especie de la
Española, que son vigilados por satélite por medio de GPS.
Según los autores, quizá fueron balleneros, pescadores o
piratas, los que llevaron tortugas vivas de una isla a otra. Estos barcos
capturaban tortugas para tener carne durante sus viajes por el Pacífico. Se
estima que entre 100000 y 200000 tortugas fueron utilizadas como carne fresca
por los viajeros que atracaban en las islas. Cuando llegaron los europeos, en
1535, se calcula que había entre 100000 y 250000 tortugas y, en el siglo XX, en
la década de los setenta, quedaban entre 8000 y 14000 ejemplares. Estas cifras
fueron el mínimo y, después, con la protección gubernamental e internacional y
los estudios en la Estación Científica, comenzó a recuperarse la población de
tortugas.
Al tener estas tortugas un metabolismo muy lento y grandes
reservas de grasa, resistían hasta un año y más sin comer ni beber durante los
viajes de pescadores y balleneros. Y, a veces, ocurría que el barco volvía a
las Galápagos y, antes de capturar nuevas tortugas, liberaba las que llevaba y
todavía vivían. Así, hay zonas con especies de tortugas fuera de lugar y
mezcladas. En nuestro caso, el viaje de los ejemplares era desde la isla
Española a la Pinta y, desde esta, a Isabela, quizá con todo el Pacífico por
medio.
Esta es la historia del “Solitario” George, el último de su
especie. No lo olvidemos, aunque seguro que hay más especies en su situación,
otras especies que desaparecerán por lo que hace nuestra especie con el
ambiente. Por lo menos con George se intenta revertir la situación, recuperar
su hábitat y, quizá, hasta la especie, todo ello en un futuro de la ciencia que
todavía no ha llegado.
Información Genética de Solitario Jorge.
El genoma del Solitario Jorge es importante básicamente por
dos razones. Una, por su carácter emblemático en relación a la necesidad de
conservar los ecosistemas de los que somos responsables. Y otra porque como
tortuga gigante nos puede dar claves sobre qué ocurre en un organismo
cuando la longevidad aumenta, cuales son las adaptaciones que son
necesarias", señaló a BBC Mundo Víctor Quesada, profesor de
bioquímica de la Universidad de Oviedo y otro de los autores del estudio.
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